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Christiania, una, grande y libre

  • Viajestfg
  • 8 abr 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 10 sept 2020

Marihuana, graffitis y rastas. Sea usted bienvenido a la ciudad libre de Christiania.

Si vas tranquilamente paseando por el pulcro y ordenado barrio de Christianshavn, en la ciudad de Copenhague y de repente tus ojos estallan de color y no das crédito a lo que ven, tranquilo, simplemente significa que ya no estás en Copenhague. Pero no, hasta ahora el ser humano no ha conseguido el poder de teletransportarse, así que relájate y disfruta de la excentricidad de Christiania.


La ciudad Libre de Christiania (Fristaden Christiania), es un espacio de autogobierno, situado en el barrio de Christianshavn. Esta comuna no sólo no se considera danesa, sino que ni siquiera pertenece a la Unión Europea.

Esta comunidad funciona como un pequeño estado independiente, con sus propias normas y propio gobierno. Desde su nacimiento en los años 70, ha sido uno de los mayores centros de Europa de tráfico de marihuana y otras drogas, de hecho la zona era conocida como “el Green District”. Hasta el año 2004, la venta y consumo de drogas era completamente legal lo que suponía un importante número de visitas a este curioso lugar. Hoy en día, la venta de drogas mayores está prohibida pero la marihuana se sigue comercializando como si de pipas se tratase, y es algo de lo más normal.


El origen de este particular lugar también es algo curioso. Antiguamente los terrenos donde ahora se asienta este barrio pertenecían al ejército, pero éste los abandonó en 1971. Fue entonces cuando un grupo de jóvenes se asentó en los barracones militares a modo de protesta. Pero lo que empezó siendo una protesta social más, terminó convirtiéndose en un movimiento político. Se asienta así el “movimiento social Provo” que nace en Holanda como una contracultura de influencia anarquista que, desde sus principios de humor y pacifismo, pretende atacar las estructuras tradicionales de gobierno y propone medidas como la legalización de la marihuana o la lucha contra la contaminación.



Recorríamos las calles de Copenhague en busca de la de famosa Christiania. Estábamos un poco perdidos, pero nos dimos cuenta al instante de que habíamos llegado a nuestro destino porque es totalmente diferente a la sobriedad de las calles y edificios daneses. Existen varias entradas, ya que el barrio está parcialmente “amurallado” con vallas de metal, troncos, y con sus propios barracones. Cuando entramos, nos quedamos muy sorprendidos. ¡Todo era tan diferente a lo que estábamos conociendo esos días en la ciudad!. Había barracones a todo color, pequeños comercios y hasta una pista de patinaje, todo decorado con graffitis. De pronto nos llegó un olor peculiar y descubrimos a un hombre con largas rastas en una especie de mesa, vendiendo marihuana en la calle principal. Nos sorprendió mucho ya que en España no es algo habitual encontrarnos ante esta situación.



La visita estaba siendo de lo más interesante. De pronto llamaron mi atención tocándome la espalda. Al darme la vuelta me encontré con una mujer mayor, de unos 65 años, que me advertía de algo en un tono un poco hostil. Yo no entendía nada, el danés lo tengo un poco oxidado. Desconcertada, la mujer señaló la cámara de fotos que me colgaba del cuello y entonces interpreté sus palabras, las fotos estaban prohibidas. Me asusté un poco y guardé mi cámara. Sin embargo, no tengáis miedo, Christiania es un lugar tranquilo. Sus habitantes son personas amables, pero es importante ser conocedor de sus normas para no cometer el fallo que cometí yo. A pesar de eso la visita fue genial, colorida, estrambótica e imprescindible. Si hay una visita obligada en la ciudad de Copenhague, es ésta.




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